Volver a lo básico es un concepto que aprecia regresar a los manuales o principios esenciales de acciones y rutinas que, aunque se les catalogue como pasadas de moda, han sido el cimiento sólido sobre el cual se han construido presentes y futuros prósperos.

En diversos contextos traduce simplificar, despojarse de complicaciones o volver a lo fundamental, como en la educación podría implicar centrarse en los conceptos útiles antes de abordar temas más avanzados; volver al lápiz y al papel para perfeccionar la letra y adquirir habilidades en la ortografía, estudiar los efectos gramaticales que conducían a una buena redacción y al manejo adecuado del castellano o conocer los fenómenos del hábitat donde se conocía la complejidad de lo natural y los cuidados que demanda para ella el ser humano.

Volver a compartir con los amigos en el recreo, reírse de las imaginaciones de algunos habilidosos chiquillos y correr hasta quedar exhaustos por los corredores del colegio, buscando escondites y trincheras o desenvolviendo destrezas motrices, no con el dedo en el celular sino, con el pincel sobre el bastidor o la aguja en el telar.

En la vida cotidiana volver a lo básico es retomar aquellas costumbres desnudas y notables, una concepción poderosa que se busca en momentos de complejidad o confusión como la honestidad, la empatía, la gratitud, el respeto, la amabilidad y la solidaridad.

Volver a lo básico en términos del relacionamiento con los demás y cómo vivimos nuestras vidas, o tomar un momento para apreciar las cosas sencillas y expresar agradecimiento por su grandeza.

Mantener la empatía y el respeto en todas nuestras interacciones, reducir el excesivo consumo de redes, esquivar a los nuevos «poderosos» de la información, sentenciar el chisme cibernético, los contenidos tóxicos y los ataques protagonizados por aquellos anónimos que sé quieren volver célebres a costillas de la reputación de personajes experimentados y notables.

Hallar la ecuanimidad y encontrar en lo franco una salida para huir de las calumnias, las opiniones polarizadas que avivan el odio y la violencia, y enfocarnos en lo que realmente importa, cultivar la transparencia y la autenticidad en nuestras relaciones, ofrecer ayuda a quienes están pasando por dificultades y bueno… regresar a tiempos de otrora cuando mirábamos a los ojos y  salían  los sentimientos sin los fríos mensajes de voz, de texto o las publicaciones vanas sin razón ni fondo.

Volver a estos valores simples y esenciales puede animarnos a encontrar un mayor sentido de propósito, conexión y felicidad en nuestras energías, y sobre todo, nos ayudaría a apagar los incendios de esos pirómanos de la desinformación que han subido como palmas sobre el humo de sus deflagraciones, pero que por efecto lógico tendrán que caer vertiginosamente, como caen las cenizas después de las igniciones.

Volver a los hábitos de los abuelos es una forma especial de regresar a lo básico en términos de valores familiares y tradiciones, porque ellos personifican principios arraigados en la simplicidad, la sabiduría y la conexión humana, con reuniones y conversaciones divertidas en la mesa, con el diálogo entre hermanos, padres e hijos, con la vieja tertulia alrededor del fogón, y porque no, hacerlo en torno a la ahora sofisticada chimenea.

Los veteranos suelen ser venerados en muchas culturas por su mundología maestra acumulada a lo largo de los años, y volver a este entorno implica mostrar respeto y aprecio hacia las generaciones mayores, estimando el consejo y repasando el santoral de sus más legítimas usanzas.

Los mayores encarnan la integridad en sus acciones y palabras, y volver a esta concepción significa ser decoroso consigo mismo y con los demás, proceder con probidad en todas las áreas de la duración terrenal y mostrar siempre una sola cara, la de la verdad y la fidelidad con los compendios patrimoniales, esos mismos que deben ser insobornables y no influenciables por caudillos pasajeros que solo dividen, confunden y enmarañan para disfrutar luego de las mieles, mientras los incautos agreden y envenenan.

Los mayores son una fuente inagotable de amor y cuidado para sus estirpes y volver a este sentimiento implica cultivar relaciones concretas, mostrar afecto y sostén mutuo, compartiendo y atesorando el tiempo juntos como linaje.

Los  predecesores aprecian las cosas escuetas de la subsistencia, una comida casera, una plática tranquila, un paseo por la ronda del río, por lo que volver a este ambiente significa desacelerar el carro loco de los afanes y disfrutar de los momentos apacibles para encontrar en los pequeños detalles el atributo puro, en medio del desenfreno.

Los progenitores han superado desafíos y dificultades a lo largo de los tiempos y eso implica fortalecer la resiliencia, la determinación y la capacidad de vencer obstáculos con fortaleza y perseverancia, apartados de las zonas de confort que tanto daño hacen, especialmente a las generaciones de jóvenes y adolescentes que todo lo han tenido servido en bandeja y por eso no le hallan valor a nada.

Volver a la exactitud de las cuentas hechas en el cuaderno que no tienen las sofisticadas calculadoras, a la redacción genuina y fascinante que le queda grande a la inteligencia artificial, a los sumarios útiles que desprecian los amarillistas, al rasgar del tiple que no son capaces de reproducir las secuencias,  a las tertulias de amigos que no se asemejan para nada a las reuniones por Zoom, a las sopas de Mamá que no las superan nunca las embutidas en plástico con sabor a cartón, a los juegos del ayer nada semejantes a los pasatiempos online que nos atornillan a la pantalla.

Recuperar la capacidad de asombro refundida en un mundo donde todo es normal, actual y moderno, la vergüenza perdida, esa misma que daba por hacer las cosas mal y que hoy es sinónimo de astucia, la amabilidad y la cortesía suplantada por la irreverencia, la tranquilidad hostigada por el matoneo, el bullying y el abucheo, el valor de la palabra suplantada por la traición y la mentira. Rescatar la «Urbanidad de Carreño» atropellada por la irreverencia y la porfía.

Retornar a las básicas costumbres de cortejar a una mujer con rosas, poemas y serenatas reemplazadas hoy por los pactos cibernéticos que acaban en falacias calamidades y ficciones, volver a contar los billetes y las monedas para saber administrar el dinero de la billetera desplazado por las tarjetas de plástico que incitan al malgasto, el derroche y el despilfarro, sembrar las hortalizas sin químicos en la huerta para devolverle al azadón el alma en la parcela.

Volver a lo básico es restituir al cerebro las maestrías para tornar a la comprensión de lectura, al impulso mental, practicar la atención plena para estar más presentes y reconectar con las rutinas pasadas de una manera más clara, tornar al sueño y la siesta que otorga la tranquilidad de conciencia, dedicar tiempo a leer y aprender sobre temas que nos apasionaban antes y reavivar intereses antiguos que estimulaban la mente y la conciencia.

Volver a lo básico en un mundo desaforado y carcomido por el consumismo, el fetichismo, la traición y la vanidad, soportada en los “links” y los “me gusta”, es estar de vuelta a la realidad, a la fidelidad, a la gratitud, la lealtad, el compañerismo y a todo aquello que eduque, forme, auxilie, sume y construya. 

Volver a un estado de desarrollo mental anterior es un proceso gradual que, aunque toma tiempo y requiere esfuerzo, nos enseña a ser pacientes para celebrar los pequeños logros a lo largo del camino, ese mismo que tarde o temprano nos conducirá al portal de luz donde seguramente hallaremos lo básico para hacer el inventario de lo vivido.

Que equivocados están entonces, los que catalogan lo básico de manera peyorativa, cuando en realidad es allí donde está el verdadero sentido de la existencia.

Por: José Ricardo Bautista Pamplona

Tomado de https://www.lapalestra.com.co/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *